
Relato Vivencial de la CEP 2017
John Koenigs, diseñador, editor y artista gráfico, definió la monachopsis como “la sensación sutil pero persistente de estar fuera de lugar”. Una emoción que reconocemos instalada en nuestro interior, responsable del desánimo por la distancia tan grande entre los problemas auténticos y los que vemos debatir a nuestro alrededor, especialmente en los medios de comunicación.
Probablemente debido a ello, la vuelta a casa después de acudir a las dos últimas Convergencias Estatales de Permacultura (CEPs) evocaron sensaciones opuestas. Por un lado, la oportunidad de reencontrarnos con personas que se levantan cada mañana para hacer un mundo más coherente, que tienen un lenguaje común y con problemáticas parecidas, y por otro, la confirmación de las dificultades por encarnar los acuerdos llegados y plasmarlos en acciones reales.
Sin embargo, esta vez ha sido distinto, algo ha cambiado.
No había demasiadas expectativas cuando la Comisión encargada de organizar la CEP 2017 nos comunicó la falta de interés por el evento. Las fechas, el lugar, la distancia, el programa, la comunicación o incluso quizás el precio podrían ser responsables del desánimo general, de la baja asistencia. Cada persona tiene sus motivos, debemos comprenderlos y acogerlos para las futuras ocasiones.
Creemos firmemente en la necesidad de unirnos para afrontar los retos propuestos. Y sabemos que los botes pequeños tienen una gran capacidad para cambiar de rumbo. Llevábamos trabajando ya tres años, así que no teníamos intención de dejar hundir la embarcación. Después de varias nuevas reuniones y rediseñar el encuentro, emerge una propuesta que hace saltar la alarma en personas de distintas regiones. La voluntad del Noroeste, la experiencia del Sureste, algunas voces de emigrados y el intento de no desfallecer del Nordeste nos hace reencontranos una vez más. Esta vez sin facilitaciones, sin una logística en la cocina prevista pero con un marco incomparable: Mas Franch. Un lugar sagrado para algunas, sobrecogedor para todas.
El Lunes 4, una hora antes incluso de la convocatoria, empezaban a llegar las primeras personas cargadas de abundante comida de sus huertas y proyectos. Otras perdían el tren, pero de alguna extraña manera, éramos capaces de buscar soluciones para que llegáramos todas lo antes posible. De manera orgánica, sin apenas esfuerzo, el encuentro dio lugar. Y del encuentro salieron presentaciones, y de las presentaciones reuniones. Reuniones que iban encauzando en acuerdos y acciones, en algún momento casi de manera inquietante. Y por supuesto nos reímos, jugamos y cantamos y tocamos. Y celebramos el simple hecho de encontrarnos, de conocernos y compartir un primer día después de tantos meses.
El segundo día amaneció antes de lo deseado. Las sábanas y sacos pegadas a los cuerpos, con un desayuno-banquete que cumplía las expectativas de cualquier tipo de dieta y deseos carnales. De vuelta a la Sala Mágica, a cargarnos con energías de compromiso. Y de nuevo las cosas salieron, encarnando en propuestas que llevaremos a buen puerto.
Así que esta tercera vez, la vuelta a casa fue diferente. Se pudo constatar la voluntad y el compromiso por seguir. Dos cualidades casi extinguidas, inidentificables cuando nos miran las nuevas generaciones y que tan ligadas van a la resolución de problemas. Nos sentimos seguras junto a las personas que vamos en este barco. Y ahora nos toca empoderarnos de lo acordado, responsabilizarnos de nuestras acciones y procurar por la gente que quiera sumarse.
Tenemos siempre en la mente la célebre frase de Bill Mollison que dice: ”A pesar de que los problemas de la humanidad son cada vez más complejos, sus soluciones mantienen siendo ridículamente simples”. Y de tan simple que parecía el encuentro, los problemas se hicieron insignificantes.
Podéis ver más fotografías en el grupo de Facebook.
Y descargar el Acta de lo hablado.
Firmado por el Grupo de Pilotaje de 2016/17
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